domingo, 9 de febrero de 2014



La miré, buscando en su mirada un atisbo de ella misma. Pero no quedaba nada. El pelo mojado caía sobre su cara y sus ojos negros parecían llenos de furia, de rabia.
Me pegué más a la pared de aquel callejón y contuve la respiración para que el vaho no me delatara. Notaba como mi camiseta se impregnaba de la humedad de los ladrillos y el frío empezaba a calarme muy dentro. Aún así, la adrenalina aplacaba cualquier sensación externa, estaba demasiado concentrado en que no me descubriera.
Caminaba de derecha a izquierda haciendo resonar sus tacones, golpes de sonido incesantes que hice míos hasta el punto de que mis latidos se acompasaran.
Mi amiga se había convertido en una mujer, pero en una mujer inquietante que conseguía que me sintiese amenazado. Cuando la miraba el desafío se instalaba en mis entrañas, haciendo que cada vez me fuese más difícil hacer caso a mi sistema de alarma.
Me dolía mucho verla de esa manera, aquella chica feliz y risueña se había convertido en una persona que exteriorizaba perfectamente su odio hacia la vida.
Cogió un cigarrillo y lo colocó entre sus dientes dejando los labios entreabiertos, después sacó de su bolsillo trasero un mechero y le prendió fuego.
Gracias a esa poca luz vislumbré sus ojeras, que no solo se hicieron nítidas sino que también contrastaban por culpa del tono mortecino de su piel. Una vez encendido, la mecha se apagó y todo se volvió a sumir en las tinieblas de la noche, un escalofrío recorrió mi espalda, comenzando desde la nuca, miraba hacia mi dirección, pero no me veía.
Exhaló una bocanada de humo que pronto perdí de vista, sostenía el cigarro con elegancia y con golpes sutiles derramaba la ceniza en la acera. Seguía mirando hacia el lugar donde me encontraba, pero lo atravesaba con la vista, había algo que llamaba su atención hasta el punto de arrebatarle una sonrisa.
Supe que se tenía que tratar de algo que se encontraba en la calle que continuaba recta, al dejar atrás mi escondite, por lo que me acerqué al borde de la pared y con el corazón en un puño, intentando, por si las moscas, mostrar total indiferencia, miré de reojo hacia atrás.
Vi a un hombre, que al vestir de negro parecía una sombra y más debido a su piel morena. Avanzaba con la misma seguridad que ella, pero con el añadido del sonido tétrico de las cadenas del pantalón chocando entre sí.
Quité la vista de inmediato y  apoyé la planta del pie contra la pared, manteniéndome con la izquierda, intentando adoptar una postura casual. Cuando noté su presencia más cerca, apoyé la coronilla y miré al cielo, estaba oscuro, parecía estar más negro que nunca.
Respiré varias veces, intentando tranquilizarme, notaba demasiado cerca aquel sonido, me desquiciaba, era lo que me hacía ser consciente de lo cerca que se encontraba. No sé cuántas veces me repetí que tenía que tranquilizarme, que no tenía por qué pasar nada, pero aquella pareja inevitablemente me intranquilizaba y me mantenía en tensión.
Pasó por mí lado, desprendía un olor mentolado, frío, como su apariencia.
Y cuando pude ver su rostro, me di cuenta de que sus facciones eran jóvenes y de que aquel hombre, en realidad era yo.
Mi respiración se agitó, noté como algo dentro de mí se encogía por el miedo y me volví a fijar en ella, aún mantenía la sonrisa, pero esta vez un brillo sarcástico denotaba su mirada.
Yo, o es decir, él embravecido se acercó hacia ella, noté en su puño cerrado la ira que contenía, ella dejó caer el cigarro al suelo y lo aplastó con la punta de sus zapatos de tacón, a continuación abrió los brazos, y  embistió contra ella, agarrándola del cuello y haciéndola chocar contra la marquesina del bus.
Mis piernas temblaron cuando intenté avanzar, estaba aturdido, no escuchaba nada, ni siquiera oía mis propios gritos de auxilio, intentaba caminar y no podía, mi espalda no se separaba de la pared, forzaba mi vista para poder ver a través del muro de oscuridad que nos separaba y empecé a caer en el vacío, y sin saber desde cuándo, lloraba.

Despierto sofocado y me quito las sabanas de un tirón. Noto que me escuecen los ojos e intento reprimir las lágrimas, pero la impotencia de saber que hasta las personas a las que no puedo ayudar aparecen en mis pesadillas y de que yo mismo resulto ser mi propio enemigo, me derrumba.

4 comentarios:

  1. Escribes realmente bien. Das detalles completamente significativos, me gusta.
    Y adoro como juegas con lo de que él se ve desde una tercera persona, me parece algo muy complicado de hacer y a ti te ha salido a la perfección.
    Y ver como el miedo de sus sueños es él mismo hace que me identifique mogollón con eso.
    ¡Nunca dejes de escribir!
    Un abrazo

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    1. Muchísimas gracias, a veces siento que me excedo en ellos, así que me alegra mucho saber que al menos a ti no te lo ha parecido.
      La verdad que creo que si me ha quedado "bien" es porque no era premeditado, tenía que darle un final al relato, no supe cómo, pensé quién puede ser un enemigo, y por desgracia me vino a la mente el "uno mismo", pero aún así me facilitó bastante el poder acabarla.
      Y créeme, no es tan difícil, estoy segura de que si lo leyeras ahora sabiendo esto te darías cuenta de que es hasta una idea precipitada.
      Pero vaya, así mejor, yo feliz de que no se note, de verdad, muchas gracias.
      Y lo mismo digo, porque tu blog me ayuda incluso a entenderme y de una manera especial, y eso sin duda no es solo por lo que transmites o por lo que me identifico, también por lo bien que escribes, aunque eso ya lo sabes, pero por si acaso yo te lo recuerdo, jé.
      ¡Un abrazo y muchísimas gracias!

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  2. Me encanta la gente que pierde en el norte, porque ahí es donde vivo yo, un día me reencontraré aquí con todos.
    Un besito.

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