martes, 26 de mayo de 2015

Todo o nada.



Vamos a jugarnos las razones a ese todo o nada de debajo de las sábanas, porque no hay mejor discusión que desnudar al sentido común. 
El mío se empeña en vestirse con el azul de tus ojos y pactar su suicidio con tus labios.
A cada vez que le dices bonita se siente morir. 
Muere porque cambiaría cien palabras por un beso tuyo y porque sueña que se las robas todas con la yema de los dedos, o te las deja prestadas.
En realidad quiere perder la lógica, la razón y el sentido si es la espiral de tus caricias la que hace surcos por su espalda.
No hay mejor regalo que poder dejarse ir. 
A veces sueña con desaparecer un momento y dar el paso de acercarse a tus caderas, aunque eso suponga perder el control, el miedo y la ropa más íntima.
Y es que no hay interior más sugerente que el de un sujetador a medio desabrochar que oculta ganas y medias verdades, en el paso que se abren los latidos entre el temor y el rubor. 
Medias verdades porque a medias rotas siempre se ha vestido por esa metáfora de querer sentirse, como tú le dices, bonita, pero no llegar. 
Tampoco quiere ni le gusta recomponerse a sí misma, prefiere vivir en su condición de persona rota y si eso... dejarse querer. Pero después viene el amor como respuesta disfrazado de recompensa por reconocer tanto desliz. Un contratiempo que ni ella espera, porque solo sabe componer a base de versos y no de besos su propia historia. Su memoria le discute todo aquello que aprendió en los libros pero nunca llevó a la práctica. Y se ve desnuda de experiencia, caminando a tientas, dando tumbos. 
Entonces desea que su sentido más suicida sea el común para poder arrancarse las medias, los miedos y el sujetador, sin conciencia, ni inconsciencia, ni el subconsciente dando guerra, simplemente a lo loco. 
Porque de locuras se hacen los mejores recuerdos, y los caraduras siempre llegan más lejos que aquellos que se esconden por las esquinas intentando darse de bruces con la oportunidad. 
Por ello ahora que le ha llegado, que se ha tropezado y que le ha limpiado las rodillas de las heridas de la prudencia, se ha dicho que ésta es la suya y que después de llorar a tantas noches oscuras no puede ser difícil bailar apagando la luz. 

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